En otras palabras, ¿tienes un carácter agresivo, terco o manso?
Por Eliezer Shemtov
En otras palabras, ¿tienes un carácter agresivo, terco o manso? (Estarás
pensando por qué te hago una pregunta tan invasiva y personal, ¿verdad?).
Con la
lectura bíblica Vaikrá abrimos el tercer libro del Pentateuco, Levítico,
cuya temática central son los sacrificios de animales y aves que había que
ofrendar en el Templo en distintas ocasiones.
¿Qué
sentido tiene sacrificar un cuadrúpedo o un ave para “acercarse” a D-os? ¿Acaso
D-os necesita la carne, sangre y grasa del animal? Las enseñanzas jasídicas dan
la siguiente explicación:
Cada
uno de nosotros poseemos dos impulsos (o almas): el primero, “animal”; y el
segundo, “Divino”. En otras palabras, tenemos dos sensibilidades encontradas:
una, atraída hacia lo “animal”, lo tangible y egocéntrico; la segunda, sensible
a lo Divino y trascendente. El alma Divina lleva al hombre a cumplir con lo
correcto, pero debe esquivar primero los obstáculos que le presenta el alma
animal.
¿Por
qué no hacemos siempre lo que sabemos ser correcto? Las actitudes posibles
respecto a lo que debemos hacer son tres: rebelión, terquedad y mansedumbre.
No le
agrada a todo el mundo acatar órdenes. Cuando se ven amenazados y/o desplazados
por la autoridad, algunos reaccionan rebelándose. Hay quienes se rebelan de una
manera agresiva, como el toro, mientras otros lo hacen de manera
pasiva-agresiva: ejercen la terquedad, representada por el chivo. Hay un tercer
escenario, el desacato por la presión social. No se anima ir contra corriente
para hacer lo correcto. Ese carácter es denominado ovino.
La
idea es que para acercarse a D-os (korban (‘sacrificio’) también
significa ‘acercamiento’) hace falta sacrificar el “animal” personal. O sea:
lidiar con los obstáculos interiores, enfrentar la rebeldía, terquedad y
mansedumbre personales que impiden que nos liberemos de la faceta animal de
nosotros mismos, para poder encontrarnos y conectarnos con nuestra dimensión
Divina.
¿Cómo
se hace para lidiar con el animal personal interior? Sublimándolo, y realzando
el carácter positivo de cada una de estas tres naturalezas.
Ser
agresivo como el toro y terco como el chivo es bueno cuando uno aplica dichas
características en su lucha por el bien. Ser manso como la oveja sirve cuando
el ejemplo que uno sigue es positivo.
En
síntesis, la faceta animal de cada uno de nosotros no es necesariamente
negativa sino que depende del contexto. Lo fundamental es distinguir si estamos
en control de estas facetas o si estamos bajo el control de las
mismas.
Los
cuatro reinos
Según
las enseñanzas jasídicas, los korbanot (‘sacrificios’) representa la
tarea de avodat habirurim, o ‘refinamiento’ del mundo. Desde esta
perspectiva, el mundo se divide en cuatro reinos: mineral, vegetal, animal y
ser humano. La meta máxima de cada integrante de ellos es absorberse en el
nivel superior y, así, elevarse espiritualmente. El agua se absorbe por las
plantas, las plantas son consumidas por los animales y los animales, por el
hombre. Cuando el hombre utiliza la energía obtenida de su comida para servir a
D-os, con ese acto eleva a toda la cadena.
El
hombre es el único de toda la Creación que puede elegir entre el bien y el mal.
Es el único cuyas decisiones tienen implicancias morales. La oveja no es más
ética por comer solo pasto que el lobo por alimentarse devorando otros seres
vivos. Cada uno de ellos responde a su instinto y no puede optar por no
hacerlo. Es el hombre, cuando opta por hacer lo que D-os quiere en lugar de lo
que él quiere, quien tiene la capacidad de elevarse a un nivel superior al de
los ángeles y elevar consigo toda la comida que consumió y que le dio la
energía para poder ejecutar su decisión.
Los
sacrificios involucraban representantes de los cuatro reinos. Además del animal
sacrificado y el hombre que lo realizaba, se realizaban ofrendas de harinas y
aceite, más libaciones de vino. Además, con cada sacrificio tenía que haber
sal, del mundo mineral. Resulta, entonces, que cada sacrificio elevaba —por
medio de sus representantes— a todos los “reinos” de vida.
Esa es
otra razón por la cual el sacrificio se llama korbán que implica
‘acercamiento’. Fue por medio de los korbanot que toda la Creación pudo
elevar y acercarse a su esencia espiritual, y marcar el camino para cada uno en
su contacto con los niveles inferiores de vida.
Tomado
de Chabad.org
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